No querrás saber, alma marchita, que es lo que queda tras el dolor. No querrás buscar más allá de éste, no querrás estar ahí cuando el dolor vaya a tu encuentro.
Buscas algo pero no está. Ya te has acostumbrado a perder. No eres más que hoja de otoño que giras con el aleteo del viento para caer y desvanecerte suavemente.
Aquellos miedos que tuviste te encontraron tras mil revueltas. Han visto tu rostro y te han sonreído; mas nunca debiste fiarte de aquello que te hace creer que todo es inmortal. Ya no puedes huir. Es tarde para todo e incluso para ti.
Calla, calla.